Todo aquel que se acerca a Cáceres queda maravillado con su historia, sus palacios, sus casas y sus piedras. Al adentrarse en su casco histórico el viaje en el tiempo está garantizado y es inevitable dejar volar la imaginación a través de las fantásticas y numerosas leyendas que esconde la ciudad monumental, conociendo las tres culturas que la habitaron: almohade, judía y cristiana.
Dentro de la ciudad encontraremos huellas y detalles de cada una de ellas, como las huellas del paso de Isabel la Católica, quien dejó cosidas sus puntadas de hilo en el pendón de la ciudad, o los numerosos aljibes que prácticamente pueblan su subsuelo y que, dicen,
conforman una red de pasadizos subterráneos que, según cuenta la leyenda, bien valieron la conquista de la ciudad. 90.000 metros cuadrados que cuentan y esconden mil y un avatares.
El beneficio de la caliza y la cal hizo que los almohades fundaran su Al-Qazris y la fortificaran con su muralla completa situando 22 torres albarranas y conservándose completa en la actualidad. Dos juderías, restos mudéjares y casas solariegas y palacios adintelados con escudos
nobiliarios de diferentes linajes nobles nos hablan de un pasado histórico que ha marcado a la ciudad desde su fundación. Todo esto y más le valió el título de Patrimonio de la Humanidad en 1986 y también el de Tercer Conjunto Monumental mejor conservado de Europa.
Pero la vida de Cáceres va más allá, no es un mero escenario medieval que se mantiene intacto para observación del visitante, sino que durante todo el año acoge una actividad cultural frenética: música, danza, teatro y exposiciones llenan su trazado. Festivales interculturales como el Womad o el de Teatro Clásico, el IrishFlead o el mercado medieval son algunas de las propuestas más exitosas. Todo ello sin
hablar de la riqueza de la naturaleza urbana que pueblan sus calles, intramuros y extramuros, auténtico jardín de bosque mediterráneo perfectamente conservado y que permite la práctica de innumerables actividades como la fotografía, la observación de aves, el sketching, la observación de flora y fauna, el astroturismo, etc.
Para todos los públicos, Cáceres se entrega como un pequeño joyero que sorprende a quien lo abre. Y no solo por lo medieval de sus piedras, sino también por los edificios modernos, de estilo artdecó incluso, que fueron ampliando la ciudad en los últimos siglos hasta la actualidad, destacando el último construido por Emilio Tuñón para acoger el Museo Helga de Alvear, la mayor colección privada de arte contemporáneo de España y una de las más ricas de Europa.
La ciudad respira con un pie en el pasado y otro en el presente gracias al pulmón natural que la rodea, la Sierra de la Mosca, que posee un paisaje bioclimático de bosque y matorral mediterráneo apenas alterado por la mano del hombre que no debes perderte. Situado en la Zona de Interés Regional de los Llanos de Cáceres, a un paso de la zona urbana, preserva un alto valor geológico, prehistórico, arqueológico y biológico que sorprenderá a quienes se dejen llevar hasta sus cuevas Kársticas de El Calerizo, en cuya Cueva de Maltravieso se conservan pinturas rupestres que, según la revista Science, podrían ser obra del hombre del Neandertal y cuyos detalles puedes conocer visitando su Centro de Interpretación; u observando especies como el águila imperial ibérica, el milano real, la cigüeña negra, el águila perdicera, el buitre negro o el halcón más pequeño del mundo, el cernícalo primilla.
Otra de las cosas que te asombrarán de esta ciudad es el buen comer. Cáceres posee una oferta gastronómica de calidad basada en el producto local de cocina de mercado que fue reconocida como Capital Española de la Gastronomía en 2015. Y es que ¿quién no puede resistirse ante un plato de Jamón Ibérico DOP Dehesa de Extremadura o una Torta del Casar DOP? Es imprescindible probar sus platos tradicionales como las migas extremeñas con Pimentón de La Vera, el frite de Cordero de Extremadura o sus embutidos ibéricos. Y es que nada más lejos de la realidad, en Cáceres se sitúan dos estrellas del firmamento Michelín en Atrio, cuya bodega circular es un paraíso para los amantes del vino con multitud de referencias incluso del siglo XIX.
Te dejamos una sugerencia. Relájate en un paseo nocturno esta ciudad con C de calma, donde sus habitantes no corren, recorren sin prisas sus calles forjadas de historia, encuentros milenarios y leyendas. Entonces, con el eco de tus pasos resonando, escucharás el latir de la ciudad.
Y es que la ciudad de Cáceres y sus alrededores son el corazón de las tierras de Cáceres y Trujillo. Un territorio compuesto por tres comarcas circundantes que ofrece a quien nos visita multitud de propuestas y contrastes que vamos a ir desgranando paso a paso.
La primera de las comarcas a la que vamos a aproximarnos, Tajo – Salor – Almonte, se encuentra situada hacia el oeste de la capital. El nombre de la comarca ya da pistas de su ubicación y su idiosincrasia, en ambos casos marcadas por esos tres topónimos que no son otra cosa que ríos, los dos últimos tributarios del primero, el gran Tajo. Su territorio se despliega rodeando prácticamente todo el norte del término municipal de Cáceres, desde el este hasta el oeste, ciudad a la que en general está muy unida pues con ella comparte servicios, profesiones, propiedades e incluso matrimonios.
Su patrimonio arquitectónico y cultural es de lo más atractivo y pintoresco, empezando por el museo Vostell en Malpartida de Cáceres, con toda su vitalidad y siguiendo por el curioso caso de la sumergida torre de Floripes y el puente de Mantible, el insólito Tesoro de Aliseda, las tres iglesias de la Asunción de la comarca o la magnífica plaza de Garrovillas de Alconétar.
En cuanto a su entorno natural viene determinado por los cauces de los tres ríos y las vastas llanuras entre las que se abren paso: las zonas ribereñas se ondulan abruptamente y se llenan de vegetación, mientras que la llanada se extiende hasta perderse de vista en un mar de pastos donde el valioso ganado de la zona se alimenta a sus anchas. Y algunas peculiaridades como las numerosas charcas y embalses, los pinares piñoneros de Garrovillas o la sierra de San Pedro en Aliseda, donde vive el águila imperial ibérica.
Y por supuesto fiestas, tradiciones, gastronomía…
Durante tu estancia en Cáceres, también puedes dirigirte hacia el este de la provincia, hasta la comarca de Miajadas – Trujillo, en una zona de llanos, rodeada por el Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas – Ibores – Jara al este, el Tajo y la Reserva de la Biosfera de Monfragüe al norte y la llanura cacereña al oeste.
Patrimonio y naturaleza van de la mano en este territorio que vio nacer a exploradores y descubridores. Trujillo, con su conjunto monumental, su historia, sus dulces conventuales, y por enclaves como la plaza Mayor, el castillo, la iglesia de Santa María la Mayor o sus casas y palacios, merece una visita pausada, disfrutar de unos días de sosiego en su entorno.
Por otro lado, la variedad de ecosistemas de esta comarca la hace un lugar privilegiado para los aficionados al senderismo, la MTB o la ornitología, pues aquí encontrarán aves esteparias en los Llanos de Trujillo y acuáticas en humedales como el embalse de Sierra Brava. La cultura tiene dos citas en Miajadas, el museo Massa Solís y el Festival Tomate Rojo Rock. Y para fiestas populares, el Chíviri, de interés turístico de Extremadura, que reúne a miles de personas en la plaza de Trujillo el Domingo de Pascua. Este mismo escenario sirve para la Feria Nacional del Queso, donde podrás degustar los productos de las mejores queserías del país y de parte de Europa.
La última de las propuestas que te ofrecemos y que va a dejarte un recuerdo inolvidable se sitúa al sur de la ciudad de Cáceres, la Sierra de Montánchez – Tamuja, una serranía aislada, entre Las Villuercas y la sierra de San Pedro, que para sorpresa de algunos tiene 994 m en su cota más alta, el pico Montánchez. Puede no parecer mucho, pero teniendo en cuenta que el llano se desparrama alrededor en torno a los 400 m, lo cierto es que destaca bastante. Y esto es importante, porque la comarca en realidad se reparte en esas dos alturas, pues toda la parte norte se asienta en la inmensidad de la penillanura cacereña, mientras que la sur se adentra entre las sinuosidades serranas. Así pues,
sierra y llano.
Por eso, mientras que Montánchez, Alcuéscar, Arroyomolinos o Almoharín, por citar algunos de los sureños, se dedican al corcho, a curar jamones, al higo, al olivo y las viñas, los del norte son más de pastoreo ovino y bovino, de cultivo de cereal, de criar cerdos ibéricos en sus dehesas y de vastas extensiones dedicadas a la explotación cinegética.
Y después está su patrimonio, que también es notable: desde las alturas del castillo de Montánchez se intuye la basílica visigoda de Santa Lucía del Trampal, la joya tardomedieval extremeña. Muy cerca la ruta de los Molinos, espectacular, y también la vieja Vía de la Plata, que bordea el límite occidental de la comarca. El conventual de los Agustinos recoletos, la ermita del Cristo del Amparo, las Corralás, el castro de Villasviejas… y es que aquí hay mucho que ver.
PARA MÁS INFORMACIÓN:
www.turismocaceres.org