Esta villa vallisoletana, declarada Conjunto Histórico-Artístico, cuenta con un magnífico compendio de monumentos y bellos rincones. Con un castillo que la identifica y vigila desde la Mota, inicio de la población, y con una Semana Santa que tiene su origen en el siglo XV y que fue declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional desde 2011.
En una esquina de su porticada Plaza Mayor se halla la casa donde hizo testamento y murió, en 1504, la reina Isabel la Católica, conocida como Palacio Testamentario. Y recorriendo el casco urbano surgen otros tesoros como el Palacio de los Dueñas, que fue residencia de Carlos I, la Colegiata de San Antolín, gótica del siglo XVI, donde destacan el balcón del Pópulo y su torre, que guarda en su interior un espléndido altorrelieve de Juan de Juni, representando a La Piedad, o el Hospital de Simón Ruiz, que cuenta con un hermoso patio herreriano, y otras iglesias del siglo XVI, y las Reales Carnicerías… y el Castillo de La Mota, emblema que identifica la villa y que fue mandado construir por los reyes Juan II y Enrique IV y que culminaron los Reyes Católicos.
Pero si hay un rasgo que identifica Medina del Campo es su Semana Santa, probablemente la más antigua de cuantas se celebran en España. Tiene su origen en 1411, cuando San Vicente Ferrer decidió recorrer las calles con sus procesiones de disciplina, que conmemoraban la Pasión de Cristo, y que vive un hito trascendental en 2011, cuando es declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional. Es una celebración sobria, muy castellana, con silencios que imponen respeto y redobles de tambor que vuelcan el alma. Desfiles de sus Cofradías y unos 3.000 cofrades, donde se juntan hombres, mujeres y niños, en una procesión en la que participa un 15% de la población, lo que aproxima a la realidad del magnífico estado de salud que disfruta la Semana Santa medinense, que también es pionera en la igualdad, ya que desde siempre han formado parte de las Cofradías las mujeres, y del respeto y el arraigo en la población infantil, que desfila en completo silencio, imitando el gesto de gravedad de sus mayores.
Las procesiones se inician el Viernes de Dolores, con la Virgen de las Angustias, obra anónima del siglo XVI, que parte de la Colegiata de San Antolín y está presidida por la Corporación Municipal. No en vano esta advocación es Patrona y Alcaldesa Perpetua de la villa.
El Sábado de Pasión se hace el traslado procesional del Nazareno de la Cruz, obra del siglo XVII, perteneciente a la Escuela Castellana, desde la ermita de San Roque hasta la del Amparo. El Domingo de Ramos se celebra la procesión de la Borriquilla, que parte de la Colegiata de San Antolín, por la mañana. El Lunes Santo tiene lugar la Procesión de La Sentencia, que sale desde el Convento de las Madres Carmelitas, segunda fundación de Santa Teresa, con el paso de Cristo Preso, obra de Ricardo Flecha de 1991. Durante el Jueves Santo tienen lugar dos procesiones, la primera de ellas, la procesión de la Caridad, inicia su recorrido en la iglesia de Santiago el Real antes de caer la tarde. En ella participa el Santo Cristo de la Agonía, una obra de Domingo Beltrán fechada en 1565, acompañada de los cofrades de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna.
Finalmente tiene lugar poco antes de llegar la madrugada la procesión de la Vera Cruz, con la previa concentración de pasos en la plaza Mayor de la Hispanidad. Hasta ella llegan portados a hombros de sus cofrades los pasos de La Piedad de Barrientos, maestro de San Pablo de Moraleja, de 1500, el Cristo Yacente de la Vera Cruz, anónimo del año 1600, custodiado por las Madres Agustinas, Nuestra Señora del Mayor Dolor, obra moderna de Mª Jesús Merino ubicada en la colegiata de San Antolín, el Lignum Crucis, anónimo del siglo XVII y procedente de la colegiata de San Antolín; el Crucificado de la Santa Vera Cruz, anónimo, del siglo XVI y custodiado en la ermita de San Roque; el Cristo Orante otra pieza anónima del XVI, del Convento de las Madres Agustinas; el Ecce Homo, obra de Luis Fernández de la Vega, fechada en 1650 y procedente de la iglesia de los Padres Carmelitas; el Nazareno de la Cruz, de escuela castellana del XVII, de la ermita de San Roque; la Virgen de la Amargura, talla de Francisco Rincón, del siglo XVI, que se custodia en la iglesia de Santo Tomás; el Cristo de Santa Clara, una pieza anónima del siglo XVI que procede del Monasterio de Santa Clara.
Caracterizada por el silencio de estas celebraciones castellanas, las imágenes son alumbradas por los faroles que portan los pobres, hasta llegar nuevamente a la plaza Mayor, cuando tiene lugar el canto del Miserere. Se trata de una recuperación de la procesión de los Pobres que realizaba en el siglo XVI la cofradía de la Vera Cruz.
Ya en la madrugada, la cofradía del Descendimiento traslada el Cristo de Santa Clara desde la iglesia de San Miguel hasta el monasterio de Santa Clara, realizando durante el recorrido por el barrio de la Mota diversos actos penitenciales, conformando así la procesión de Sacrificio, una de las tres que tienen lugar el día de Viernes Santo.
La segunda procesión, denominada del Encuentro, parte de la colegiata de San Antolín, con los pasos de Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra de Francisco Rincón, siglo XVI, y la Virgen de la Soledad, anónima y también del siglo XVI, acompañados por todas las cofradías, con sus respectivas bandas de cornetas y tambores.
Cada imagen realiza un recorrido diferente, para encontrarse finalmente en la plaza Mayor, donde el hijo se inclina ante su madre, escena habitual en este tipo de manifestaciones.
Silencio, tan popular en Castilla. A ella acuden todas las cofradías con sus pasos, congregados en la plaza Mayor de la Hispanidad. En ella se concentran el Lignum Crucis, el Lavatorio, obra de Mariano Nieto en 1989, el paso del Cordero de la Redención, la Oración del Huerto, pieza anónima del XVI que se conserva en el convento de las Madres Agustinas; Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna, obra de Domingo Beltrán, fechada en 1565 custodiada en la iglesia de Santiago el Real; Nuestro Padre Jesús Nazareno, el Cristo de la Agonía, también de Domingo Beltrán y ubicado en Santiago el Real; el Calvario, de Francisco Rincón, que se guarda en la iglesia de Santo Tomás; el Cristo de la Luz, de Juan Picardo, de 1554, el Descendimiento, obra de Francisco González Macías en 1954, que se custodia en la iglesia de San Miguel; Nuestra Señora del Mayor Dolor, Nuestra Señora de las Angustias, la Cruz Desnuda, de Ricardo Flecha en 1994 de Santiago el Real; el Cristo Yacente, atribuido al taller de Sebastián Ducete, siglo XVI, del convento de las Dominicas Reales; el Santo Sepulcro, del maestro de Covarrubias, siglo XVI, que se conserva en el mismo convento, y la Virgen de la Soledad.
Y a la 1 de la madrugada pone en marcha la procesión de la Liberación que comenzó a salir en el año 2014, como protagonista Cristo en brazos de la muerte y el Cordero de la Redención.
Los desfiles procesionales finalizan el Domingo de Resurrección, cuando tiene lugar el Encuentro entre Cristo Resucitado, obra de Mariano Nieto, de 1990, y la Virgen de la Alegría, imagen de Manuel Romero, de 1991, junto al Sepulcro Vacío, obra de Francisco González Macias, de 1953. Tras el Encuentro en la Plaza Mayor, inician la procesión todas las Cofradías, con disparos de cohetes y suelta de palomas y globos, mientras las bandas de cornetas y tambores interpretan el Himno de la Alegría.
Vayan. Los medinenses están esperando para ofrecerles lo mejor que tienen. Un rico patrimonio, una Semana Santa espectacular y una gastronomía contundente y sabrosa…
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