Euskadi se come y se bebe con los cinco sentidos. Este mes os proponemos dos senderos gastronómicos por esta tierra: la Ruta del Vino y del Pescado y la del Queso Idiazabal, que funden la naturaleza y la buena mesa e invitan a repetir la experiencia un año y otro más, y también el siguiente. De sur a norte, entre Oyón-Oion y Bermeo, o contorneando el corazón de Gipuzkoa, opciones, más que nunca, con sabor
a puerto y aire limpio de montaña.
Amar Euskadi es fácil. Es un rincón hecho a la medida de cada uno, que nos ofrece justo lo que le pedimos a cada instante: el verde de sus parques, el azul de sus playas, las piedras cargadas de historia de sus ciudades. Si nos apetece andar, cuenta con senderos sin fin, y si queremos comer, despliega ante nosotros todas sus hechicerías gastronómicas. Hablar de Euskadi es un privilegio; visitarla, un regalo de los dioses.
En este jardín de senderos que se bifurcan, este mes echamos el ojo a dos caminos. Por un lado, el sendero GR 38, la Ruta del Vino y del Pescado. Por otro, el GR 283, la Ruta del Queso Idiazabal. Y es que vino, pescado y queso son parte de la esencia de esta tierra. ¿Por dónde empezar? Cada cual que elija su rumbo: no hay manera de equivocarse.
LA RUTA DEL VINO Y DEL PESCADO
La ruta parte de Oyón-Oion (Álava) y el desembarco tiene lugar en cualquiera de los tres ramales de la ruta: Bermeo, Lekeitio u Ondarroa (Bizkaia). Pero como todas las rutas, está abierta a realizarse en sentido contrario, ya que cruza la comunidad de sur a norte… o de norte a sur.
Mochila al hombro y con una generosa provisión de agua, podemos parcelar la aventura en siete etapas: la primera, entre Oyón-Oion y Laguardia, es un aperitivo de 17,5 km que nos dejará boquiabiertos con su complejo lagunar; entre Laguardia y Albaina el visitante descubrirá las cuevas eremíticas de Las Gobas y Santorkaria; entre Albaina y Estíbaliz (conviene no perderse el Centro de Interpretación del Románico en Álava); entre Estíbaliz y Otxandio, la más larga, con sus 37 km, recompensada por la gratitud y variedad de los paisajes que atraviesa; entre Otxandio y Durango, con el Parque Natural de Urkiola; entre Durango y Gernika-Lumo, que nos llevará hasta las puertas de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai; y entre Gernika-Lumo y Bermeo.
Efectivamente: elegir un solo tramo es difícil. La mera relación de esas localidades ya despierta interés. Sus señas evocan viejas y renovadas tradiciones y nos ponen frente al espejo de nosotros mismos, como hace siempre la historia. Todo en la Ruta del Vino y del Pescado es de interés. De hecho, no hay una sola etapa prescindible, o menor siquiera. Siete jornadas, siete, bastan para entrever este territorio. Pero, como en Euskadi siempre nos quedamos con ganas de más, conviene seguir andando.
LA RUTA DEL QUESO IDIAZABAL
Más breve que la anterior, pero igualmente cautivadora e inolvidable, la Ruta del Queso Idiazabal (GR 283), de carácter circular, alcanza los 95,7 km. Sus pueblos pertenecen a tres comarcas de Gipuzkoa –Goierri, Alto Urola y Alto Deba–, que festejan el encanto del ambiente rural tradicional, una poderosa oferta gastronómica y la más rabiosa modernidad.
Lo más razonable sería cubrir todo el espectro en seis etapas: desde la primera, entre Segura y Mirandaola, hasta la última, entre Ordizia y, nuevamente, Segura, pasando por localidades como Arantzazu, Etxegarate o Lizarrusti, entre otras. Pero para empezar, nada como registrarse en www.rutadelquesoidiazabal.com: por 39 euros recibiremos un kit con pasaporte, mapa, camiseta técnica y, al término de la marcha, medio queso Idiazabal.
La Denominación de Origen del queso Idiazabal se remonta a 1987, y en esta ruta se esconden sus puntos más representativos: el mercado de Ordizia, que conviene visitar durante su día más animado, el miércoles, la propia localidad de Idiazabal, sede de la asociación de pastores que “custodia” este queso, fabricado a partir de leche de oveja latxa, los pastos y cabañas de pastor de Aralar y Aizkorri-Aratz, el Ecomuseo del Pastoreo, en el barrio Telleriarte de Legazpi, o la Escuela de Pastores de Arantzazu.
Otro de los alicientes de la ruta es el espectacular entorno y las omnipresentes compañeras de viaje: esas ovejas de cara negra que pueden producir alrededor de un litro de leche diario. Los muy queseros se lo pasarán pipa en las queserías de Ordizia, Idiazabal, Zerain o Segura, mientras que, en el centro de interpretación D’Elikatuz, en la primera de esas localidades, nos será dada a conocer la teoría –el proceso de elaboración, las características, las zonas de pasto…– y la práctica –a través de una suculenta degustación de este producto con txakoli, vino tinto o agua– del Idiazabal.
Cultura, naturaleza y deporte se alían en una ruta con la que enamorarnos más, si cabe, de Euskadi, la tierra que más se parece a la eternidad.
Más información: www.turismo.euskadi.eus/es/