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Terres de l’Ebre: Tradición y cultura

El río Ebro ha sido desde antiguo la gran vía de comunicación de las cuatro comarcas de Terres de l’Ebre: Terra Alta, Baix Ebre, Ribera d`Ebre y Montsià. Son las más meridionales de Cataluña con pinturas rupestres, yacimientos íberos, conjuntos históricos, paisajes, viñedos y campos de arroz, especial gastronomía, antiguas tradiciones y fiestas declaradas de interés turístico como la Festa del Renaixement de Tortosa, o la representación de la Pasión de Ulldecona.

Posee dos parques naturales –Delta del Ebro y Puertos de Tortosa y Beceite– una reserva natural y numerosos espacios protegidos donde se puede practicar senderismo, escalada, cicloturismo, navegar en laúd o kayak, y observar aves. Una Vía Verde, las atraviesa.
A pesar de su despoblación es importante destino turístico, en contraste con las aglomeraciones de la cercana costa.

TERRA ALTA
Esta comarca es fronteriza con Aragón y, tanto es así, que se dice que sus habitantes no saben si bailar la jota o la sardana.
Arnes se alza en medio de un paraje seco, rodeado de sierras y batido por vientos, sobre el cual se puede ver al águila o al buitre. Viñas, olivos, almendros, y manchas forestales de encinas y pinos. El lugar estuvo habitado por íberos y más tarde por romanos y musulmanes. Pasó a la corona de Aragón en el siglo XII y luego estuvo en manos templarias. Fue retaguardia durante la Guerra Civil, aunque no tan castigado como sus pueblos hermanos. Al pueblo –patrimonio histórico-artístico– se entra por una arcada (cobert de Miquelet). La calle de los Dolores lo atraviesa desembocando en una plaza con mirador sobre el valle, donde se encuentran los edificios más representativos: Ayuntamiento renacentista (de los primeros de Cataluña levantado en el siglo XVI) y la iglesia barroca de Santa María Magdalena. Calles estrechas unidas por arcos, casas edificadas sobre la misma piedra y restos de un castillo templario, cuyos muros sirven de casas particulares. Destaca el paraje Toll de Vidre (a 7 km.) donde el río forma una cascada sobre un lago.

Horta de Sant Joan.

“Todo lo que sé lo he aprendido en Horta”. La frase de Picasso es el mejor homenaje a este pequeño pueblo a 8 kilómetros de Arnes. El pintor residió aquí en 1895 (a los 15 años) y luego en 1909 (en época cubista). Hay un museo –con su nombre– en el que están reproducidas las obras que pintó en el lugar. Algunos edificios de sus cuadros aún se conservan, como la Masía de Tafetans, la de Quiquet o el convento de Sant Salvador. Horta ha sido llamada la ciudad de los templarios (esta orden engrandeció el castillo). Conserva un casco antiguo con calles de casas porticadas, una plaza Mayor con Ayuntamiento renacentista y la iglesia gótica de Sant Joan Baptista. Las guerras carlistas, al igual que pasó con el resto de la comarca, asolaron las tierras (el general Cabrera eligió la población como refugio varias veces). Hay zonas para hacer escalada y espeleología (por la cueva del Conill pasa el segundo río subterráneo más importante de Cataluña). Cerca de la población un olivo milenario: El Parot, (rodeado por una valla y un poco complicado de llegar). Más allá (a 12 km) Bot, y el Area recreativa de la Franqueta.

Prat de Compte es el pueblo más pequeño de la comarca. Destaca la iglesia de Sant Bartomeu y el portal (antigua entrada de la villa). Por aquí cruza la antigua vía del ferrocarril, que ahora es Vía Verde, que a través de túneles atraviesa bellos parajes hasta el mejor de todos, donde se encuentra la ermita de la Virgen de la Fontcalda, centro de devoción de la comarca, y lugar de romería. Hay una fuente termal que tiene propiedades curativas que dio origen al nombre (Foncalda) y al balneario. A 19 km de Prat queda Gandesa. “Si me quieres escribir ya sabes mi paradero en el frente de Gandesa primera línea de fuego” La canción –con diferente letra– se cantaba en los dos bandos cuando la guerra de 1936, especialmente cruenta en esta localidad, escenario de la tristemente famosa Batalla del Ebro. El puesto de mando del llamado bando nacional estaba a un par de kilómetros en el Coll del Moro con importantes restos de un poblado y una necrópolis íbera (800 a.C.), desde donde se contempla la mejor vista de la comarca.

Catedral del Vino Pinell de Brai, Tarragona

Gandesa, fue siempre cruce de caminos entre Cataluña, Levante y Aragón con famoso castillo templario del siglo XII. A pesar de los destrozos conserva casas señoriales y la iglesia de la Asunción que muestra un bello portal románico. En 1319 tuvo lugar en ella las bodas del infante Jaime (hijo de Jaume II y por tanto heredero de la corona aragonesa) con Elionor (hija de Fernando IV de Castilla). El hecho pasó a la historia con el nombre de La Farsa de Gandesa porque el novio, que quería ser religioso, se marchó tan aprisa tras la ceremonia (el matrimonio nunca se consumó) que olvidó su guante a la puerta de la iglesia. En el escudo está la manopla –o guante– que recuerda el hecho y de donde proviene el nombre de Gandesa. Por los alrededores campos de viñas que hablan de su buen vino y, cerca Pinell de Brai, pueblo con calles irregulares y empinadas, pórticos, y casas colgadas (cases penjades) al borde de precipicios; en él se encuentra, la llamada Catedral del Vino, edificio modernista levantado por César Martinell, discípulo de Gaudí cuya arquitectura recuerda.

A 14 kilómetros queda Batea, lugar de bodegas, donde plazas y calles de soportales se comunican a través de arcos ojivales. La calle Mayor está toda porticada (los porxos), y hay restos de un castillo árabe y puertas de la antigua muralla. Cerca queda un poblado ibérico: Tossal del Moro.

BAIX EBRE
En L’Ametlla de Mar no desembarcaron ni fenicios, ni griegos, ni romanos, ni árabes. Sin embargo, el lugar es privilegiado y eso lo supieron ver los marineros valencianos quienes, a principios del siglo XIX, construyeron un puerto pesquero y unas cuantas casas en las cercanías del antiguo castillo de Sant Jordi. Hoy es lugar famoso por sus playas y sus restaurantes. Hay que probar el “rossejat” (arroz tostado con caldo de pescado) y, por supuesto, los langostinos. Al atardecer, llegan las barcas y tiene lugar un espectáculo atractivo y colorista: la subasta del pescado. L’Ametlla tiene fama por sus playas de arena gruesa (de la que es un ejemplo la de Sant Jordi) rodeada de pinares, y por la claridad de sus aguas, que permiten disfrutar de la pesca submarina (14 kilómetros de calitas protegidas por acantilados). Ofrece una costa con buenas condiciones para el ejercicio de deportes náuticos. Pero si L’Ametlla es reciente, hacia el interior anduvo el hombre prehistórico y de ello son muestra vestigios arqueológicos de las cuevas de La Mallada y las pinturas rupestres del refugio de Cabrafreixet, cerca del pueblo de El Perelló.

Cerca, a 12 kilómetros, queda el parque natural del Delta del Ebro, la zona húmeda más extensa de tierras catalanas. En el interior, la vista se pierde entre arrozales, mientras que en la parte litoral hay grandes lagunas rodeadas de carrizales y juncos, junto a desiertas playas de arena. En Deltebre hay un centro de Recepción y Documentación del Parque Natural y se pueden alquilar bicicletas, la mejor forma de recorrer el parque natural. La mejor época para visitarlo es en otoño cuando las aves migratorias llegan del norte de África.

Castillo de Sant Jordi, L’Ametlla de Mar

Tortosa es la capital de la comarca del Baix Ebre con mucho que ver: Acrópolis, castillo de la Suda (construido sobre lo romano), Lonja, Palacio Episcopal, Catedral (encima del foro romano), casonas señoriales y barrio judío. Tortosa es también el comienzo de la llamada Vía Verde que se puede recorrer en bicicleta, a caballo o caminando cruzando las Terres de l’Ebre.

La calle principal de Pauls se llama Les Voltes y exactamente es eso, vueltas y vueltas que terminan en lo que fue castillo árabe al lado de la iglesia de Santa María que antes fue mezquita. Y es que los de la media luna fueron los que primero supieron ver la importancia del enclave. La devoción al patrón Sant Roc, está por todas partes y su imagen se puede ver en capillas, hornacinas, fuentes… y llevan su nombre la Cooperativa Agrícola, escuelas o bares y merenderos. Y, por supuesto, tiene una ermita (a 3 kilómetros) adonde se va en popular romería. Cerca un lugar especial: Coves Roges.

Otro bello lugar es el pueblo de Benifallet que es lugar muy conocido por los espeleólogos por la gran cantidad de cuevas con enormes estalactitas. Las más interesantes Les Meravelles, Marigot, El Dos y El Cataclismo (que hace honor a su nombre). En 1968 se descubrieran las de L’Aumediella, unas de las más interesantes. Benifallet es típico pueblo con la ermita románica de la Mare de Déu de Dalt con sarcófagos del siglo XIII y unas ruinas fenicias.

Una original manera de ver la comarca es subirse a un laüd (barca de esta parte del Ebro) y recorrer el río. Uno de los trozos más bellos es el que hay entre Miravet y Benifallet.

RIBERA D’EBRE
Desde la otra orilla del Ebro es desde donde mejor se contempla el aún impresionante castillo templario de Miravet y el pueblo apoyado sobre la ladera del cerro. La fortaleza protegía la entrada del desfiladero conocido como paso de Barrufemes. De las varias barcazas que hasta hace unos años se dedicaban al transporte de vehículos, animales y personas por el Ebro (el riu) ahora solo queda el transbordador de Miravet que evita una gran vuelta y es la forma más original de acceder a Miravet. Para recorrer el pueblo, conviene dejar el coche abajo, junto al antiguo embarcadero que es también el lugar desde donde se sacan las mejores fotografías, y subir a pie. Lo mejor es recorrer las estrechas calles de la Villa Vella e irse dejándose sorprender por el encanto de su casco antiguo. Más vale tomárselo con calma. La fortaleza, levantada por los árabes, fue engrandecida por los templarios que la convirtieron en importante enclave.

Impresionan las murallas y sus enormes torres rectangulares, conservándose en el interior la iglesia románica de San Martín. Además de los paisajes, Miravet es conocido por sus alfares, de los que quedan varios en el barrio del Raval.

Tivissa.

A Rasquera, se puede llegar cruzando el Ebro, con el coche en el transbordador. Ni Sant Domènec en catalán, ni santo Domingo en castellano, aquí al patrón –y nadie parece saber por qué– se le llama San Domingo. Rasquera no tiene grandes monumentos, pero es pueblo de calles típicas que conserva una artesanía de hojas de palma con las que se fabrican cestos o serones, que se pueden ver a las puertas de las casas. Lo más interesante son sus alrededores. El pueblo está al comienzo de la Sierra de Cardó que comparte con las poblaciones de El Perelló y Benifallet. A 9 kilómetros, se encuentra lo que fue enclave árabe, luego monasterio de carmelitas y por último famoso balneario (construido a mediados del XIX y cerrado en 1967); hoy hay una planta embotelladora. También son ya historia las numerosas ermitas perdidas ahora entre la espesura. La Desamortización terminó con todas. Es este lugar, al que solo se puede acceder por Rasquera, uno de los puntos de partida para realizar excursiones.

En Tivissa una larga calle en cuesta lleva hasta la iglesia de Sant Jaume (en realidad dos templos) que tiene partes góticas, renacentistas y barrocas y, junto a ella, un magnífico mirador sobre la comarca en la plaza de Baranova desde donde se contemplan las montañas del Montsant, Prades y Cardó.
Tivissa es importante enclave arqueológico siendo lo más antiguo las pinturas rupestres de Font Vilella que representan escenas de caza y danzas.

Cerca de la carretera a Móra la Nova, sobre un altozano rodeado de precipicios, está el poblado ibérico de El Castellet de Banyoles (donde se encontró el llamado Tesoro de Tivissa). Del poblado se conserva parte de la muralla. Hay restos de otros poblados ibéricos en el Coll-Alt, en la Mora y en el Coll del Moro. Los romanos dejaron también huella en l’Aumedina donde se fabricaban tinajas, muchas de las cuales se han encontrado en diversas ciudades del Imperio Romano (desde Empuries hasta Pompeya) con el nombre de Tibisi grabado en ellas.

Tivissa estuvo rodeada de murallas de las que aún conserva algunas, así como tres puertas y cuatro pórticos, mientras que las torres medievales son ahora paredes de algunas casas. Perteneciente al mismo municipio está la aldea de Llabería que muestra un aspecto medieval con una iglesia románica dedicada a Sant Joan y numerosas fuentes. A dos kilómetros de Llaberia está la Cueva del Janet con restos prehistóricos.

MONTSIÀ
Aunque cueste creerlo Amposta –capital de la comarca– era cuando los romanos puerto de mar, pero el Ebro con sus arrastres la ha dejado en el interior, a ocho metros sobre el nivel del río. Conserva importantes restos íberos. Su situación en la costa fue causa de que se destruyera varia veces.

A 11 kilómetros San Carles de la Ràpita que se debe a un capricho de Carlos III de hacer un puerto en el Delta del Ebro para comerciar con América. Cerca del cementerio se sitúa el Mirador de Guardiola con una panorámica del delta. Merece una visita la laguna de la Encanyissada (la más grande del delta) con abundancia de aves y la Casa de Fusta (Centro de Información del Parque Natural). Lugar pesquero tiene mucha fama su marisco.

El tercer lugar importante de la comarca es Ulldecona. Su sierra de Godall posee la mayor concentración de arte rupestre levantino de todo Cataluña destacando las escenas de caza. Pero por lo que es muy famosa la localidad es por su Semana Santa cuando se representa la Pasión de Ulldecona, una de las principales representaciones catalanas y tambien –en julio– las llamadas Jornadas Medievales. Es famoso su conjunto de olivos milenarios, les Fargues de l’Arion, que se dice fue plantado en tiempos de Constantino, lo que le sitúa entre los más antiguos del Europa.

PARA MÁS INFORMACIÓN: https://terresdelebre.travel/

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