Al noroeste de la provincia de León se encuentra una de las comarcas más atractivas para los amantes de las rutas a pie: El Bierzo. Desvelamos algunos de sus secretos.
A menudo, los paisajes de una y otra comunidad autónoma se funden en una transición suave, pero perceptible a simple vista. En un país de marcados contrastes como España, considerado el más rico de toda Europa en lo que a biodiversidad se refiere, las fronteras se desdibujan. Y algunas comarcas, las que se encuentran precisamente a caballo entre un territorio y otro, entre una y otra delimitación puramente administrativa, pueden presumir de contar con los atractivos de ambos. Paraísos en los que disfrutar de lo mejor de cada tierra.
La comarca de El Bierzo y Los Ancares es una de las zonas en las que mejor se aprecia esa hibridación entre dos mundos. Ubicada en el noroeste de León, entre intrincadas montañas y pueblos que han permanecido aislados del mundanal ruido, sus paisajes, sus gentes y sus tradiciones viven a caballo entre esta provincia y la vecina Galicia. Una zona de riqueza infinita en la que es posible encontrar frondosos bosques de robles y castaños, pueblos milenarios herederos de los castros celtas, fortalezas, ermitas y monasterios en los que parece haberse detenido el tiempo o modernas ciudades rebosantes de planes de interés como Ponferrada.
Las Médulas: herencia milenaria
Entre los paisajes más sobrecogedores de toda la comarca, Las Médulas destacan por encima de cualquier otro. Se trata de un singular entorno paisajístico que fue, en origen, una explotación romana de oro a cielo abierto. Un lugar repleto tanto de belleza como de historia.
Entre los años 26 y 19 a. C, y bajo las órdenes del emperador Octavio Augusto, los romanos comenzaron a explotar este yacimiento. Y lo hicieron, como era habitual en ellos, con avanzadas tecnologías que aún hoy en día sorprenden a los ingenieros. Mediante canales, que tienen más de 600 kilómetros de recorridos, embalsaban el agua para después liberarla de súbito sobre la red de galerías anteriormente practicadas en el interior del monte. La fuerza del agua destruía la montaña, contribuyendo a crear el inconfundible paisaje de perfiles sinuosos y rojizos que actualmente atraen a visitantes llegados de todas partes del mundo.
La Ruta Romana del Oro arranca en el propio pueblo de Las Médulas, para llegar desde allí a los grandes orificios de La Cuevona y La Cueva de la Encantada, restos de las explotaciones auríferas. La ruta continúa con la ascensión al mirador de Orellán, donde el visitante podrá disfrutar, con un solo golpe de vista, todo el singular fenómeno. El camino desciende por la montaña hasta Carucedo, donde conviene desviarse para visitar otra maravilla, el lago creado al cerrarse el valle con la acumulación de materiales sedimentarios arrastrados por el agua. Por último, y antes de volver al pueblo de Las Médulas, conviene detenerse a admirar otro lago idílico, el Somido, originado por un canal de lavado donde las arcillas decantaban las pepitas de oro que amasaban.
Sobre las Puentes de Malpaso
Un entorno natural espectacular, senderos rodeados de tupidos bosques y la siempre inspiradora compañía del agua durante todo el recorrido. Son algunos de los alicientes con que cuenta la ruta de Los Puentes de Malpaso, o Las Puentes, como se dice en gallego y aún siguen siendo conocidas oficialmente. El lugar toma su nombre de dos construcciones de época romana: la Puente Pequeña y la Puente Grande, probablemente usados por los romanos para salvar los arroyos Grande y Pequeño y comunicar El Bierzo por la Vía Augusta con las explotaciones de las Médulas. La ruta parte de Molinaseca, una preciosa localidad declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1975 que es parada obligada por muchos peregrinos jacobeos, que encuentran en su siempre animada calle Real y en sus numerosas bodegas y restaurantes el lugar perfecto para recargar fuerzas.
Saliendo de la propia plaza por un camino ascendente, el senderista alcanzará una estrecha vereda sombreada por encinas, robles y fresnos. Tras tomar el camino de enmedio de una encrucijada que nos da tres posibles opciones, se alcanza un arrollo que da paso a una pequeña colina desde la que se llega a los Puentes, recientemente rehabilitados para que el caminante sólo tenga que preocuparse de escuchar el murmullo de las aguas que pasan bajo los arcos.
El valle del río Balboa
Entre las rutas inolvidables que ofrece la comarca de El Bierzo y Los Ancares, la del valle del río Balboa es una de las más desconocidas, pero no por ello menos recomendables. Un recorrido que destaca por su patrimonio natural, pero también artístico y arquitectónico. Prueba de ello es el castillo que domina la salida del pueblo que da nombre al valle, y que perteneció a los antecesores de Vasco Núñez de Balboa, descubridor de los “Mares del Sur”.
Desde Balboa parten varios caminos dominados por robles, encinas, acebos, madroños y alcornoques, una parte de Los Ancares situada al sur de la oficialmente declarada Reserva de la Biosfera, pero no menos espectacular que ésta. El camino nos ha de llevar a otra localidad rebosante de encanto, Villariños, donde destacan sus singulares pallozas y hórreos, ovaladas unas y cuadrangulares los otros.
La ruta continúa hacia Chandevillar, pequeña aldea de apenas 14 habitantes. A la derecha, el inminente pueblo del Portelo, del que baja el río Balboa. A la izquierda, sinuosos arroyos que descienden desde valles más pequeños. Al sur, a lo lejos, el propio río Balboa.
Las pedanías de Ponferrada
La ruta no puede sino concluirse de la mejor manera posible: disfrutando de los atractivos que ofrece Ponferrada. Pero más allá del centro de la ciudad, siempre recomendable, conviene aventurarse a descubrir algunos de los secretos que guardan varias pedanías del municipio, perfectas para ser recorridas a pie o en bicicleta.
Un buen ejemplo de ello es la ruta que arranca en Villar de los Barrios por el camino que nace a la derecha de la barroca ermita del Cristo y conduce a San Lorenzo. Mención especial merecen, en Villar, las casas solariegas que muestran la riqueza que la venta de vino proporcionó a sus antiguos dueños. Entre viñedos, castaños y frutales, el senderista prosigue su ruta hasta a Valdecañada, encajada entre lomas, para después llegar hasta Ozuela, cuyo mirador merece unos minutos de disfrute para contemplar el trecho recorrido.
Dese allí, conviene dirigirse a otros pequeños pueblos como Orbanajo, donde destacan sus estupendos corredores voladizos de madera, o Rimor, rodeado de castaños, para terminar en Priaranza del Bierzo, uno de los municipios en los que se habla tanto leonés como gallego. Quizá, la guinda perfecta para concluir una visita a una zona que entraña, como ninguna otra, la posibilidad de viajar entre dos mundos.
PARA MÁS INFORMACIÓN:
www.turisleon.es