En este momento estás viendo Flandes: el paraíso de la bicicleta

Flandes: el paraíso de la bicicleta

Flandes, situada al norte de Bélgica, linda con los Países Bajos, con Francia y con Alemania, además de con Valonia al sur del país. Históricamente ha sido una región muy próspera, principalmente Gante, Amberes y Brujas debido al comercio textil. Su paso por manos de media Europa según la dinastía que ha gobernado estos condados (Francia, Austria, España…) le ha conferido un carácter especial a toda la región. Al igual que los Países Bajos, su orografía es plana prácticamente en su totalidad y su magnífica red de rutas ciclables y perfectamente señalizadas, convierte a Flandes en uno de los paraísos para el cicloturismo.

Flandes es una gran campiña plagada de ríos y canales, con una buena red de carriles bici, lo cual hace fácil rodar incluso si el estado de forma no es muy bueno. Además el clima nunca es excesivamente cálido debido en gran medida a la proximidad del mar, que también hace que sea bastante cambiante. Las lloviznas en verano son fácilmente sobre llevables, pero hay que acordarse de meter en el equipaje algún chubasquero y ropa de abrigo ya que las condiciones cambian a lo largo del día.

La cultura cervecera belga es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2016 por la Unesco.

Bruselas el punto de partida
La capital belga es a la vez la capital de Flandes y la capital de Europa. Toda la historia europea ha pasado por sus calles y sus despachos. Es un buen inicio para la ruta que comienza en este punto y acabará en Brujas, al borde del Mar del Norte.
El punto de partida para conocer Bruselas será, cómo no, la Grand Place. Es la plaza emblemática de la capital. Todas las imágenes que hayamos visto de ella no son comparables a su belleza. Víctor Hugo no pudo haberla descrito mejor: “El Ayuntamiento es una joya, una fantasía soñada por un poeta y realizada por un arquitecto. Y la plaza que le rodea es un milagro”. Pero lo principal de esta plaza es el ambiente con sus mercadillos, restaurantes y ajetreo tanto de día como de noche. Pero Bruselas es mucho más que la Grand Place. Merece la pena perderse pedaleando por las calles de su barrio más bohemio: Dansaert. Es uno de los más antiguos y el sabor de sus casitas de tejados escalonados se mezcla con las tiendas de diseñadores de la zona, los locales alternativos y terracitas que nos llaman a dejar momentáneamente la bicicleta y sentarnos a disfrutar de una típica cerveza belga.
El arte tiene enorme importancia en Flandes y Bruselas, que está plagada de sus muestras. Bruselas es la capital del Art Nouveau y nos sorprenderán en nuestro periplo por la ciudad los edificios con sus increíbles fachadas y cuyo mayor exponente es el arquitecto Víctor Horta. Bruselas es una ciudad preparada para las bicicletas, así que dejarla a buen recaudo para visitar cualquiera de sus museos de arte, de arte moderno, de cómics… no será un problema. También podemos comprar en alguno de los muchos puestos, un cucurucho de las típicas patatas fritas de Bruselas (“les frites”), parar a comerlas en alguno de sus parques y recorrer a golpe de pedal, los alrededores de la ciudad por sus senderos descubriendo bosques y castillos que poco han cambiado desde que fueron pintados por Bruegel.

Flandes posee una orografía prácticamente llana.

Lovaina, ciudad universitaria
Dejamos Bruselas atravesando el parque del Cincuentenario, el parque Parmentier y dejando a nuestra izquierda el Real Club de Golf siguiendo las señales de la ruta LF-2 Stedenroute Partie Flandres.
Se encuentra a menos de 30 kilómetros y sus parques y plazas tienen una enorme animación ya que se trata de una ciudad universitaria y la pueblan innumerables estudiantes de muy diversas nacionalidades. Su universidad fue fundada en 1425 lo que la convierte en una de las más antiguas del mundo. El ambiente fresco, colorido y juvenil está asegurado. Al igual que en Bruselas, es bueno comenzar por el centro. La Grote Markt o plaza mayor está presidida por dos imponentes edificios: la iglesia de San Pedro y el antiguo ayuntamiento con su fachada gótica brabantiana (no olvidemos que Lovaina también fue capital del Ducado de Brabante). Se trata pues de una ciudad medieval y gótica de gran belleza. Pedaleando por las calles rebosantes de ajetreo juvenil podemos hacer un alto en la plaza Oude Markt bordeada por las casas de los antiguos gremios medievales. Bélgica es país de cerveza y en Lovaina es típica la Stella Artois. En nuestro recorrido nos encontraremos con innumerables estatuas de personajes históricos famosos que dan fe de la importancia de esta pequeña ciudad. Dejamos Lovaina por el norte de la ciudad siguiendo la misma ruta que nos condujo desde Bruselas.

Amberes, puerto en el río Escalda
Siguiendo las indicaciones de la LF-2 Stedenroute Partie Flandres que nos lleva bordeando los apacibles canales que parten del río Escalda llegaremos a Amberes. El trayecto de unos 55 kilómetros discurre plácidamente por un paisaje típico de la campiña de Flandes con pequeñas parcelas verdes, pequeños embalses y caminos bordeados de árboles que nos protegen del aire que en esta zona habitualmente sopla desde el mar. Atravesamos el poco conocido, pero no menos bella ciudad de Malinas haciendo una paradita para ver su plaza y aprovechar para tomar otra cerveza, en este caso dedicada a Carlos V y producida por la cervecería local, Het Anker (Carolus), unos mejillones o un cuco (variedad de pollo local) tan típicos de toda esta zona. Por fin llegamos a Amberes desde el sur siguiendo el curso del río. El puerto de Amberes ha marcado la historia de esta ciudad ya que por él, junto con las mercancías que enriquecieron la que llegó a ser la capital del norte de Europa, entraban también ideas innovadoras que fueron calando en el resto de Flandes. Esta esplendorosa ciudad fue testigo del arte de pintores tan importantes como Rubens o Van Dyck, maestros de la pintura Barroca y flamenca. Entre las visitas obligadas, además de su plaza mayor, está pedalear por la calle Meir, una de las más elegantes de la ciudad y visitar el palacio Real de Meir con una elaborada fachada barroca. Muy cerca se encuentra otra de las joyas de la ciudad: la monumental estación de tren. Abandonamos Amberes por el mismo camino que nos trajo.

Gante invita a moverse en bicicleta, no en vano es la mayor zona urbana de tráfico reducido de Europa

Gante, la ciudad de las tres torres
Tras cruzar el Canal del río Escalda entroncamos con la ruta LF-5 Vlaaderen Fietsroute que remonta el curso del río hasta llegar a Gante. Son poco más de 65 kilómetros muy fáciles de pedalear en los que cruzaremos el río en un par de ocasiones. En esta ciudad como en ninguna otra se aprecia el poder gremial de la Edad Media. De hecho, una de las torres, la del Belfort es la más alta con sus 91 metros que coronada por un fiero dragón representa el poder gremial en esta ciudad. Las otras dos torres son la del campanario de la catedral de San Bavón de estilo gótico y la de la iglesia de San Nicolás del siglo XIII. Los muelles del río Escalda, al igual que en Amberes, propiciaron el comercio principalmente de grano. Gante también tiene universidad, por lo que la diversión está asegurada. En verano, la ciudad se transforma en un inmenso escenario donde se suceden eventos folclóricos y culturales, entre los que se encuentran las Gentse Feesten o las fiestas de Gante. Es una de las mayores celebraciones de estas características de Europa. Desde mediados de julio y durante 10 días, tienen lugar conciertos, teatro en la calle, procesiones, pasacalles y fuegos artificiales. A pocas pedaladas del centro, podemos visitar el Parque Natural de Bourgoyen-Ossemeersen. El retablo de la Catedral, de los hermanos van Eyck, “Adoración del Cordero Místico”, también conocido como Altar de Gante es visita obligada para el visitante. Es bastante desconocido pero su zona de humedales de más de 230 hectáreas alberga a centenares de especies de aves. Un auténtico paraíso para aquellos a los que les guste practicar el birdwatching u observación de aves. Aunque al viajar en bicicleta se puede comprar poco ya que supondría acarrear con ello, resulta ineludible la visita de los mercados de los domingos. De flores, de antigüedades y en el que sí que podremos comprar es en el de comida, para reponer fuerzas antes de seguir pedaleando a Brujas, el último punto de este periplo.

Brujas, una joya entre canales
Salimos de Gante pedaleando por la Ruta LF-5 Vlaaderen Fietsroute y de forma muy natural, bordeando el canal que une Gante con Brujas, rodeados de parcelas cultivadas y siempre verdes, llegamos a Brujas por el sur. Son unos 45 kilómetros de distancia. Posiblemente sea la ciudad más romántica de Flandes y seguro que enamorará a más de uno. Brujas, al borde del Mar del Norte, fue una ciudad estratégica en el siglo XIII. Era el núcleo comercial y capital de todo el condado por lo que se vio obligada a protegerse por murallas que se conservan hoy en día. Estas murallas son el joyero que guarda celosamente la joya más bella de Flandes. Todo queda a mano en esta ciudad y pedalear por sus tranquilas callejuelas rodeados de bellos edificios es verdaderamente un placer. Descubrir su Plaza Mayor con su gran campanario, el antiguo mercado marítimo, las casas gremiales, la fachada del Palacio Provincial Haller de un neogótico inmaculado, la catedral de San Salvador, la iglesia de Nuestra Señora con su imponente torre de 122 metros de altura, la Plaza del Burgo, antiguo fortín… un sinfín de edificios maravillosos que salen a nuestro encuentro a cada pedalada. Y por supuesto, el chocolate. Casi en cada esquina encontramos un chocolatero ofreciendo exquisiteces tan elaboradas como los edificios que nos rodean. Podemos dejar aparcada la bici para poder dar un paseo en barca por los canales y tener una visión diferente de la ciudad. Aunque esté rodeada de murallas, las pequeñas excursiones saliendo por alguna de sus puertas nos llevarán hasta pequeños enclaves como Damme, a poco más de 5 kilómetros; una pintoresca aldea cuajada de libreros o a la idílica Lissewege a tan solo 11 kilómetros. Para los que quieran más o si el día es cálido Brujas tiene una pequeña zona de costa en sus proximidades con grandes playas de dunas blancas que nos permitirán darnos un chapuzón en las frías aguas del Mar del Norte.
Esta fácil ruta, de aproximadamente 200 kilómetros, nos muestra algunas de las joyas y de los escenarios de Flandes, su arquitectura, su historia, su folclore, su gastronomía, sus paisajes y sus gentes.

Cómo interpretar las señales de las rutas ciclables en Flandes:
Para ir de una ciudad a otra basta con seguir un carril bici cualquiera hasta encontrar un punto marcado por una señal (ver foto de abajo). En estos puntos generalmente se puede encontrar también un mapa. Mirando el mapa es fácil ver que para ir de la primera ciudad elegida a la segunda es necesario pasar por una serie de puntos puntos (ej: 10, 78, 2, 96 y 40). Se apuntan en un papel o en el móvil y simplemente hay que seguir las señales, hasta llegar al destino.

Exquisitas señas de identidad

El chocolate
El chocolate belga ha sido el alimento de los campeones, un atractivo para los enamorados, el lujo de los ricos y, más tarde, el dulce favorito de personas de todo el mundo. De Godiva a Leonidas, de Côte d’Or a Neuhaus: Bélgica cuenta con una amplia variedad de grandes marcas de chocolate y algunas de las fábricas de chocolate más grandes del planeta.

La cerveza
¿Quién no ha oído hablar de la cerveza belga? Aquí es una auténtica cultura, tanto a modo de vermut, como en las reuniones cotidianas, como obsequio y como la bebida estrella en las noches de fiesta. La cantidad de marcas y tipos es mareante: hay más de 450 variedades. En cada pueblo hay una marca mínimo. Huelga decir que 6 de los 9 monasterios de monjes trapistas que fabrican cerveza, se encuentran en Bélgica. La cultura cervecera belga es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2016 por la Unesco.

Las patatas fritas
Las crujientes y doradas patatas fritas son el orgullo nacional. ¿Sabías que Bélgica contaba con 4.643 puestos de patatas fritas en 2016? Esto significa que podemos encontrar uno en cada barrio y pueblo. El 60 % de los lugareños las comen al menos una vez a la semana. Para los flamencos, las patatas fritas son de todo menos una guarnición. Esa es también la razón por la que son tan buenos preparándolas. Además de tener las mejores patatas, también tienen el orgullo y las habilidades para preparar las mejores patatas fritas del mundo: la creación de las patatas fritas es un verdadero arte.

Los mejillones
Los mejillones y las patatas fritas son una combinación celestial. Habitualmente la temporada de este manjar del mar del Norte se extiende de julio a febrero y les encanta servir los mejillones con salsas diferentes. Añádeles patatas fritas para la comida perfecta.

PARA MÁS INFORMACIÓN: https://www.visitflanders.com/es/?country=es_ES