La isla de Menorca, en el archipiélago balear, es bien conocida por ser Reserva de la Biosfera desde 1993 y por concentrar tal cantidad de recursos naturales que la convierten en el destino perfecto para practicar actividades al aire libre. El Camí de Cavalls es, sin dudas, su joya más valiosa.
Corría el año 1330 cuando el rey Jaime II ordenó a los caballeros menorquines tener siempre armado un caballo de vigilancia para defender las costas ante posibles ataques por mar. Era el orgien del Camí de Cavalls (Camino de Caballos), actualmente una ruta perfectamente señalizada que permite recorrer los 185 km. de todo el perímetro costero. Fue recuperado para el uso público en 2008, fruto de gran trabajo basado en motivos históricos y culturales. Además está homologado como Gran Recorrido (GR-223) y pertenece a la Red de Caminos Naturales. Visitándolo no solo se descubren unos paisajes maravillosos; también la cultura, la historia y la gastronomía de la isla. Se puede recorrer a pie, en bicicleta de montaña o a caballo, pero nunca con vehículo de motor.

El “Trail Menorca Camí de Cavalls” (TMCdC) -carrera pedestre que en 2020 debía haberse celebrado del 22 de mayo, pero fue suspendida debido al Covid-19- permite conocer el camino en su totalidad. También existe la opción de recorrer solo la costa norte, o solo la costa sur. La salida en la plaza de Senplaxada de Cuidadela -la ciudad más poblada de la isla, con casi 30.000 habitantes- es todo un espectáculo. Una emocionante exhibición de caballos engalanados honra a los valientes que osan recorrer la isla entera en sentido antihorario en menos de 40 horas.
Se sale en dirección sur hasta llegar al fado de Cap d’Artrutx. Aquí comienza el espectáculo de arenas blancas y aguas cristalinas que jalonan todo el sur de la isla. Tras disfrutar de Son Saura y de las calas En Turqueta y Galdana, llaga la playa de Son Bou, la más larga de la isla con más de 3 km. Seguimos con más paisajes fantásticos: cala Macarella, cala Mitjana, la playa de Binigaus y Binibeca, un encantador encalado poblado de pescadores. Desde Punta Prima, enfilamos dirección norte y llegamos al puerto de Cales Fonts, en Es Castell, el escenario perfecto para degustar el pescado local. Dejamos al este la fortaleza de la Mola (1875), lugar privilegiado ya que es el primero de España en ver salir el sol.
El trayecto alcanza su punto medio entrando en Maó, cuyo puerto natural, de más de 6kms. de longitud, es de los más grandes del mundo. Es obligatorio probar el célebre queso con denominación de origen protegida D.O.P. Mahón Menorca. Salimos de Maó en dirección norte y nos adentramos en el Parque Natural de s’ Albufera des Grau, la mayor zona húmeda de la isla (más de 5.000 hectáreas), con un ecosistema formado por gran variedad de especies endémicas. Es la zona de mayor interés natural por su biodiversidad, además de ser un auténtico paraíso para los amantes de la observación de aves, en especial durante las maravillosas puestas de sol. La laguna salobre de Morella, la más extensa, alberga una importante colonia de tamarindos. El Parque limita al noreste con el faro de Favàritx, un paraje lunar moldeado por el mar y azotado por los vientos, como la Tramuntana.
Comienza la costa norte, más virgen y más ventosa que la costa sur. Son tan diferentes entre sí que parecen islas distintas. Tras pasar el arenal d’en Castell, llgamos a Fornells, otro pueblo de pescadores. En las tranquilas aguas de su puerto se practican deportes náuticos como windsurf, vela, kayak y buceo. Entramos en una zona que la Unión Europea ha declarado como LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) y ZEPA (Zona de especial Protección para las Aves), además de su riqueza geológica. Entre la vegetación destacan los socarrells, arbustos endémicos que se adaptan a las duras condiciones ambientales. En las playas de Tirant, Cavalleria y Binimel là podremos contemplar dunas que acogen importantes comunidades vegetales. Continuamos hasta los peñascos de Binidelfà, desde donde se observa cómo las faldas del pizarral desembocan al mar. El faro de Punta Nati marca el límite al noroeste, ya muy cerca de Ciudadela, completando la vuelta entera a la isla en la plaza des Born. Tras un merecido descanso, es obligatorio visitar el puerto natural, la Catedral y perderse por su laberinto de calles angostas.
A lo largo del camino y en muchas viviendas, está muy presente la Paret Seca (Pared Seca), construida con piedras y rocaas unidas sin cemento ni argamasa. Además de su función básica de delimitación de terrenos, caminos y fincas, tiene tres objetivos: protege los cultivos del viento, elimina las piedras de los campos -lo que favorece el trabajo de arado-, y permite el pasto rotacional para que la vegetación se recupere entre pasto y pasto.
Fuera del Camí de Cavalls, el interior de la isla sorprende por la riqueza de su patrimonio arqueológico y cultural. Habitada desde el tercer milenio a.C., cada civilización ha contribuido a conformar una cultura única: talayóticos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos (que acuñaron su nombre en latín, Minorica), musulmanes, cristianos y británicos hasta 1802.
De la cultura talayótica destacan la Naveta des Tudons (1400-900 a.C.), monumento funerario en perfecto estado de conservación, y los poblados Torre d’en Galmés y Trepucó (desde el 2.000 a.C.). Los ingleses construyeron el Fuerte Marlborough (1726), magnífico ejemplo de ingeniería militar, la Torre de Fornells (1802), un importante enclave defensivo, y el Lazareto (1807), un espacio para aislar a quienes padecían enfermedades infecciosas, como la peste bubónica.
En definitiva, cualquier fecha es buena para visitar la llamada “Isla del Deporte” (bicicleta de montaña, senderismo, equitación, deportes acuáticos, etc.), pero hay que mencionar el “Trail dels Fars” (febrero), el “Epic 360º Camí de Cavalls” (marzo, trasladado a Octubre), la “Mitja Marató de Fornells” (abril), el “Half Menorca Triatlón” (septiembre) y la “Mitja Marató de Menorca” (noviembre).